Lisboa. Itinerario, opiniones y muchas fotos para 4 días intensos
Lisboa nos recibió con un cielo encapotado y algunas lloviznas. Sin embargo, veníamos ya con los ojos muy abiertos desde el cruce del imponente puente Vasco da Gama (era el puente más largo de Europa, hasta mayo de 2018 que fue superado por el puente de Crimea), que cruza el río Tajo y nos depositó muy cerca de nuestro destino, que era la Terminal de Buses Oriente, la cual ya describimos en detalle en otro post, y no precisamente de manera elogiosa (https://elmundoenfotosycomentarios.blogspot.com/2024/11/alsa-rede-expressos-y-su-particular.html)
Día 1: Circular con el equipaje no fue fácil, ni dentro de la terminal, ni en el metro que nos condujo a nuestro hotel (pocas escaleras mecánicas y ascensores) y menos por las calles de la ciudad capital lusitana. Almorzamos e hicimos check-in. El hotel era muy particular (https://www.mycharmlisbon.com/). La recepción, muy moderna y funcional, ocupa el tercer piso de un edificio de departamentos en un barrio llamado Arroios, lleno de comercios indios y nepaleses. También en el tercer piso están la mayoría de las habitaciones, pero a nosotros nos tocó una en el quinto piso, donde tienen 5 o 6 habitaciones. Pequeñas, son muy modernas y todas tienen balcón a la calle. Contratamos un paquete llamado Romántico, por lo cual nos recibieron con vino, chocolates y decoración adecuada, haciendo honor al nombre del establecimiento. Nice.
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Metro línea verde a pocos metros del hotel, tres estaciones y descendimos en la estación Martim Moniz (lugar desde donde sale el famosísimo tranvía 28). Levantando la vista a mano izquierda se puede ver el Castillo de San Jorge, el cual no visitamos. Desde allí, donde hay una plaza bastante grande y un ambiente multicultural, encontramos los primeros íconos de la ciudad, dos plazas muy conocidas llamadas Praca da Figueira (donde había un animado mercado gastronómico) y la imponente Praca do Rossio (nombre oficial Plaza de Pedro IV). Desde la misma, tomamos la rua Augusta, la principal calle del barrio de Baixa. Peatonal, tiene decenas de comercios de todo tipo, indumentaria, comida, recuerdos. Vendedores ambulantes y tradicionales grupos de estudiantes portugueses brindando shows musicales completan la oferta. Aunque la estrella son las casas de pastelería, especialidad en la cual los portugueses son los reyes. Nuestra favorita fue Casa Brasileira sobre rua Augusta (https://www.instagram.com/casabrasileira.lisboa/).
Esta calle desemboca en un arco monumental, llamado Arco da Rua Augusta, que la conecta con la famosa Plaza del Comercio o Praca do Comercio, uno de cuyos laterales bordea el río Tajo. El arco tiene un mirador que es de acceso público, no muy caro. Todo este recorrido es el más tradicional de Lisboa y es muy concurrido a toda hora. No vimos argentinos como sí vimos muchos en España. El turismo era mayoría del norte de Europa.
Nos dirigimos hacia la zona de la Catedral y Lisboa empieza a mostrar su cara menos agradable. Algo descuidada y algo sucia en algunos sectores, comparado esto a la España de la cual proveníamos. Breve paseo y nos encontramos con un pequeño local donde un aburrido empleado municipal nos esperaba. Era un ascensor público. Breve ascenso y estábamos al nivel de la Catedral sin mucho esfuerzo.
La Catedral es relativamente pequeña y de muros de roca, pero lo que llama la atención para el viajero interesado en la historia, es que su construcción se remonta al año 1148, por eso esa construcción sobre piedras grises y desparejas, para quien esto escribe hermosas. El Tesoro de la Catedral se encuentra en la planta alta y no se pueden tomar fotografías. Su techo valía una foto. Alberga una variada colección de platas, como una cruz del siglo XVI, de la época de la Unión Ibérica, trajes eclesiásticos, estatuas, manuscritos iluminados y reliquias asociadas a San Vicente.
El frente de la Catedral tiene una especie de balcón, accesible, que permite ver el río Tajo y todo el barrio que la circunda. En ese mismo sector, el rosetón frontal es de una belleza incomparable.
El resto de la Catedral es bastante espartana, no se tarda mucho en recorrerla en su totalidad pero su visita en algunos sectores es sobrecogedora. Los alrededores de la misma están llenos de diferentes tipos de vehículos dispares para el traslado de turistas. Son muchos y bastante molestos.
Frente a la Catedral se encuentra otra iglesia, Santo Antonio de Lisboa, y en la plaza que la enfrenta hay una estatua de San Antonio, con la cual fieles cristianos vaya a saber por qué, se entretienen lanzando monedas para que queden sobre la misma.
El regreso al hotel fue descubriendo edificaciones cuyos frentes estaban absolutamente decorados con azulejos, como pasa también en algunos barrios de San Pablo, Brasil, como obvia herencia portuguesa.
Día 2: Belém. Conocidísimo spot turístico, algo alejado del centro histórico pero dentro de la ciudad de Lisboa, es un imperdible. Para transportarnos sacamos un ticket llamado Navegante en su modalidad 24 horas (algo menos que 7 euros por persona). Nos permite usarlo desde la primera validación por ese período de tiempo en variados transportes: buses, tranvías (viejos y modernos), ascensores urbanos, trenes. Y sí que lo usamos ese día. A Belém llegamos en tren desde la estación Cais do Sodré. Un par de estaciones y estábamos en destino. No muy puntuales y no demasiada info en la estación de origen. El destino es casi un parador.
A orillas del río Tajo emerge la primera atracción, un descomunal monumento llamado Padrão dos Descobrimentos (Monumento a los Descubrimientos), al cual llegamos luego de una caminata de aproximadamente 1 km. La obra conmemora conmemora la época de oro de la historia portuguesa, la de los intrépidos navegantes que surcaban los mares. Impresionan las esculturas desde cerca.
Otra caminata similar entre parques y yates y aparece la emblemática Torre de Belém. Antigua torre militar de caracter defensivo, luego tuvo otros usos no militares y hoy es lugar de visita obligada. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Para algunos guías locales, la visita a la misma es un Tourist Trap. Al estar cerrada el día de nuestra visita, no lo pudimos comprobar. Por fuera es bellísima y la disfrutamos mucho.
Al lado de la torre se encuentra el Museo del Combatiente en el Fuerte del Buen Suceso. Fuera del mismo se encuentra un cenotafio con una interminable lista de portugueses caídos en guerras de ultramar. La ecléctica obra que engalana el lugar se llama Monumento a los Combatientes de Ultramar. Sorprenden la cantidad de caídos a principios de los 70s. Seguramente en Angola y Mozambique. Algunos de los nombres de los soldados son claramente africanos.
Otra caminata y llegamos al Monasterio de los Jerónimos el cual NO visitamos por una razón sencilla. Se venden tickets de manera online con un horario que es solo referencial, es decir, el ingreso es por orden de llegada. Desorganización latinoamericana. Cuando llegamos hasta el Monasterio, las colas tenían centenares de metros.
En su lugar, visitamos un lugar poco conocido y apasionante, un recorrido "off the beaten path". Nos tomamos un bus y en 5 minutos estábamos en el Palacio Nacional de Ajuda. Al lado, una modernísima construcción alberga el Museo del Tesoro Real. Para guardar las joyas de la corona, construyeron una gigantesca bóveda de tres pisos, que de noche obviamente se cierra. Muy poca gente la visita por lo cual el recorrido es distendido, por una instalación impecable a media luz.
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