miércoles, 6 de septiembre de 2023

Río de la Plata desde un mega crucero

La propuesta era tentadora y asequible económicamente. Disfrutar de un minicrucero de 3 noches por las aguas de nuestro ancho río compartido con Uruguay. Costa Cruceros destina año tras año una embarcación para ofrecer este servicio en Sudamérica durante el verano austral, alternando este itinerario reducido (Buenos Aires, Punta del Este y Montevideo) con otro un poco más extenso que alcanza Río de Janeiro y otros destinos de Brasil. Lo curioso de este ofrecimiento de la compañía italiana es que nunca hay un inicio o fin del crucero, es decir, cuando uno aborda hay pasajeros que ya vienen viajando desde otro destino y a la vez, cuando uno llega a su destino final, otros pasajeros siguen disfrutando de la embarcación. Para los tripulantes, es un trabajo continuo y, por lo que vimos y nos contaron, agotador.
Datos generales

El barco se llamaba Costa Pacífica, de la compañía italiana Costa Cruceros (https://www.costacruceros.com/). Impresiona por sus 290 metros de eslora y su descomunal altura de casi 50 metros. Puede llevar casi 4.000 pasajeros y su tripulación supera las 1.000 personas. Una auténtica ciudad florante, y vaya si lo es.

Elegimos un camarote interno (sin ventanas). Pequeño pero acogedor y bien equipado. Preferimos gastar la diferencia existente con un camarote al exterior para pagar el paquete de bebidas alcohólicas. Las mismas, de tener que pagarlas, eran caras. Como ejemplo, una simple Caipirinha costaba la friolera de U$S 8.- Toda la comida está incluida, pero las bebidas solo las sin alcohol. Y en nuestro paquete, algunas pocas quedaban afuera. (está claro que me pedí una Caipirinha y no estaba incluida...).

La comida es super abundante y a toda hora. Y muy buena. Más allá de desayunos, almuerzos y cenas, en cualquier momento del día en diferentes lugares de la embarcación pueden aparecer un mini food-trucks ofreciendo algo para comer. Es verdad la idea que uno puede salir rodando de estos barcos.

Particularme las cenas se sirven en distinguidos lugares, siendo asignada siempre la misma mesa atendida por muy amables filipinas (la elección del restaurante se puede hacer antes de embarcar). La cena es de 3 pasos, no muy abundantes pero muy ricos, pudiendo ser elegidos de una carta con algunas opciones disponibles. La última cena se convierte en un momento en una divertida fiesta italiana, bailando con las chicas que nos atienden y otros comensales.

Diariamente distribuyen por los camarotes unos newsletters con la programación de los eventos del día y otra información de interés, algunas referidas al puerto a tocar ese día. Se sugieren para cada día algunos dress-codes para las noches, que en nuestro caso una noche fue formal y la última noche, con el barco llegando a Buenos Aires, fue la noche de blanco. La primera con no demasiada aceptación, la última de aceptación masiva.

La tripulación es cosmopolita. Oficialidad y free-shops italianos, en los bares casi todos empleados brasileros. meseras filipinas y pasteleros y cocineros indonesios. Hasta ahí vimos o averiguamos...

La travesía

Embarcamos en Buenos Aires luego del mediodía (luego de esperar bastante, próxima vez iremos más temprano) y ya pudimos disfrutar de todos los servicios a partir de ese momento, a pesar que la nave zarpó recién a las 19:00 hs. con una hermosa vista de la ciudad. Ese día tomamos algo en uno de los bares que nos ofrecía un show musical y luego de la cena, fuimos a otro de los bares a bailar. Antes de la cena recorrimos todo lo que pudimos: encontramos discoteque, casino, juegos Arcade, muchos bares diversos, un enorme teatro que atraviesa 3 pisos cerca de la proa y la zona donde están los pocos locales que hacen de free-shop, cerca del hall principal. Por todos lados hay ascensores. Y gente.

Decepción inicial

El primer puerto que iba a tocar el Costa Pacífica era Punta del Este. Se iba a descender en lanchones porque no cuenta la ciudad con un puerto adecuado. Cuando me dirigía a buscar los tickets aproximadamente a las 8:00 hs, el capitán anunció por los altoparlantes que se suspedía la visita por mal tiempo. El cielo estaba despejado y la mañana soleada, pero cierto oleaje entiendo motivó esta decisión. Desde 1994 que no ibamos a Punta, por lo cual nos defraudó un poco este inconveniente.

Contemplamos Punta el Este desde una de las terrazas del barco y el mismo se adentró en el mar bordeando la isla Gorriti, encontrando aguas de un color azul que nos hacían imaginar que estábamos en el Caribe. Ese día disfrutamos de las piletas y jacuzzis, tomamos sol en sus amplias cubiertas y luego de almorzar en la zona estilo autoservicio, utilizamos las excelentes instalaciones del gimnasio, ubicadas cerca de proa. El  mismo se complementaba con otros servicios de pago, como masajes, peluquería,etc.


Esa noche el barco debería haber permanecido en Punta del Este, pero ante estas circunstancias el capitán indicó que había solicitado permiso para atracar en Montevideo un día antes de lo planeado y, antes del anochecer, llegamos a la bella capital uruguaya.

Noche de gala

Atracados en Montevideo, algunos nos atrevimos a sacar nuestros trajes y vestidos de gala y así nos paseamos esa noche por la embarcación, para terminar la noche primero asistiendo a un hermoso show musical en el teatro y finalizando fumando un cigarrillo a la luz de las estrellas en la popa. Titanic un poroto.

A la mañana siguiente, luego de desayunar pantagruélicamente, bajamos a recorrer Montevideo. Nos indicaron que debíamos llevar la tarjeta identificatoria personal que nos dieron al embarcar y recordaron la hora límite para volver al barco. (dicha tarjeta servía para consumir todos los servicios en el barco, los incluidos y los no incluidos, para los cuales teníamos asociada una tarjeta de crédito a la misma). De documentación nada nos dijeron y, de manera sorpresiva, ninguna autoridad uruguaya nos solicitó nada. Bajamos del barco y rápidamente estábamos en la peatonal Sarandí, visitando por un par de horas una ciudad que habíamos recorrido intensamente unos años antes. Muy poca gente bajó del barco, sí bajaron muchos miembros de la tripulación, que parecían ser de mantenimiento o del sector de máquinas.

Luego de algunas compras de rigor, al retornar al barco nos solicitaron nuestras identificaciones al abordar y rápidamente nos fuimos a almorzar. Nuevamente disfrutamos los servicios del barco, hicimos algunas compras en el free-shop estilo rebate (sacaban mesas a los pasillos y vendían a precios accesibles algunos productos) y nos preparamos para la notte bianca.


Esta vez sí los pasajeros se plegaron a la consigna y en los restaurantes se vivieron momentos de jolgorio y algarabía, Nos depedimos cariñosamente de nuesta mesera filipina y nos fuimos a una de las terrazas a disfrutar de una noche a toda música que terminó a altas horas de la madrugada. Como comentamos anteriormente, al salir de esta fiesta nos topamos con un mostrador donde se estaban sirviendo hamburguesas.



Mi Buenos Aires querido

Esa misma noche estuvimos averiguando como sería el desembarco al día siguiente, especialmente como sería el procedimiento para que nos retiraran el equipaje del camarote para luego dárnoslo en tierra, así como también el orden de desembarco mediante un código de colores. Nadie parecía tenerlo claro. A determinada hora y teniendo en cuenta el color que nos había tocado, había que ir al teatro y desde ahí los grupos desembarcaban. Por suerte nos tocó un grupo de los últimos, por lo cual pudimos desayunar bajo una tenue lluvia con vista a nuestra ciudad.

Nos quedamos con ganas de más, y ya estamos planeando el crucero hasta Río de Janeiro, donde las opciones son dos, como decíamos al principio. O abordar en Buenos Aires o volar a Río, pasar unos días en la Ciudad Maravillosa y embarcar ahí rumbo a Buenos Aires. Hay tiempo para pensarlo.








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