domingo, 15 de mayo de 2011

Mitos del Primer Mundo: Bomberos de New York



Visité las Torres Gemelas (digamos el World Trade Center) en abril de 2000. En Metro desde Midtown, emergimos frente a estos dos colosos, que impresionaban nada más que por su altura y, obviamente, por la excepcional vista que brindaban desde su terraza. No tengo otro recuerdo vívido de las Torres, solo el ruido del viento emergiendo por las aberturas de las puertas del ascensor, la arrogancia de su altura y la desnudez de sus líneas.

 Volví al mismo lugar en octubre de 2005, 4 años después que las mismas (al igual que otros edificios del complejo) se derrumbaran luego de lo que se conoce como el atentado a las Torres Gemelas: dos aviones de línea secuestrados por supuestos terroristas, son desviados de sus recorridos originales y estrellados sobre las mismas. Quienes realmente piloteaban y quien realmente ordenaron la operación, serán eternos secreto, más allá de la historia oficial que ya les asignó nombres, y en algunos casos asesinó. Casi como JFK. 




Tenía una reunión de negocios en un banco. Nos recibió, en un Hall presidido con una imponente bandera estadounidense que con sus decenas de metros nos llamaba la atención desde una pared, un ejecutivo del banco, quien nos acompañó hasta las oficinas donde la reunión sería llevada a cabo. Café de por medio, previamente nos contó que este edificio había sido recontruído casi por completo luego del 11 de septiembre de 2001. Claro, el inmenso vacío que observábamos detrás de la soberbia bandera, no era otra cosa que el World Trade Center, o lo que de él quedó.

Luego de la informal reunión que imaginábamos casi solemne, fuimos a ver las contiguas ruinas del WTC. Nada. Un gigantesco agujero de un par de manzanas de extensión, un mural detallando el proyecto de reconstrucción, una decena de turistas como nosotros mirando la nada y miles de neoyorkinos que pasaban sin prestar la más mínima atención.

Nos dirigimos hacia la zona llamada Midtown, donde estaba nuestro hotel, por una de las espaciosas avenidas que recorren Manhattan longitudinalmente, no recuerdo cual era pero por la manera en que se dirigía el tráfico (desde el Central Park) podría haber sido la 5ta. De pronto, el inconfundible ruido de sirenas hizo que desviáramos nuestra atención y viésemos pasar como una exhalación a nuestra izquierda a una autobomba. Los famosos bomberos de Nueva York. Detrás del camión, asomaba una bandera cuya inscripción e imágenes no recuerdo con precisión, pero recordaba la heróica actuación de los bomberos durante el 11 de septiembre de 2001. Y a partir de allí comencé a notar que en los negocios de regalos para turistas, los habituales recuerdos con inscripciones de la policía de Nueva York (no me imagino lo mismo en Buenos Aires) compartían ahora cartel con aquellos objetos haciendo referencia a los bomberos. El NYPD junto al FDNY. Y al poco tiempo después ví la progaganda de una película protagonizada por Nicolás Cage -en el papel de bombero- haciendo referencia a este hecho. Comienza a aparecer el mito del bombero neoyorkino en nuestras globalizadas mentes.
New York en blanco & negro

Y pensé. No demasiado porque al gustarme la historia los pensamientos no fueron fruto de largas elucubraciones, sino que me asaltaron.
¿Son más valientes, gloriosos o sacrificados estos bomberos neoyorkinos, a los cuales se les derrumbaron 2 edificios luego de un ataque sin armas, que los bomberos de Dresden, Hamburgo, Colonia, Londres, ¡Berlín, Hiroshima, Nagasaki!, cuyas ciudades fueron devastadas sistemáticamente, con las armas más letales conocidas en el momento, en algunos casos casi sin defensa y sin medios para responder a la emergencia, no ya al ataque en sí?

¿o será que las víctimas son más humanas?

Razonemos junto a ellos: la CNN, durante la semana de agosto del 2005, aniversario número 60 de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, preguntaba a sus televidentes si las bombas atómicas arrojadas por los Estados Unidos sobre estas dos indefensas ciudades japonesas, ¡salvaron a los JAPONESES de sufrir más víctimas durante la guerra!. El tradicional argumento que las mismas salvaron a las tropas de EE.UU. de sufrir más víctimas, ahora era reconvertido.

Pareciera que sus víctimas son más humanas. También para algunos otros gobernantes, como el pusilánime ex-presidente argentino De La Rúa, quien durante su mandato -antes que huyera- armó una ceremonia religiosa ecuménica a los fines de homenaje a las víctimas del 11 de septiembre.
Desde tren en Long Island. No todos pensaban lo mismo como podemos ver.
Pareciera que son más humanas. Porque para el estadounidense medio es más fácil ubicar en un mapa a New York que a Dresden o Berlín -en el caso que entienda que se trata de ciudades-.

Pareciera que son más humanas. Aunque sean mexicanos ilegales, ciudadanos post-mortem; o afroamericanos ahora casi personas luego de sus muertes.

Pareciera que son más humanas. Sabían que es un “home-run” y el “football” se juega con las manos.

Pareciera que son más humanas. Aunque a pocos de ellos, les importaban las torres, edificios, chozas, tiendas, simples, gemelas o mellizas que sus aviones destruyen cotidianamente.

Que dificil sentir lástima por las víctimas de WTC. Y por sus bomberos.

martes, 19 de abril de 2011

Toquinho viejo y peludo!

Hotel Sheraton Mofarrej -
San Pablo, Brasil
El Congreso al cual asistíamos tocaba a su fin. Casi por casualidad, descubrimos un volante que nos invitaba a una fiesta de cierre en un hotel céntrico de San Pablo, donde anunciaban la presencia de Toquinho. Las caras de sorpresa aparecieron. No era un Congreso con una cantidad de asistentes que ameritara tan digna presencia. Quizás se tratara de otro Toquino, alguno por allí decía que cantaría Toninho Cerezo... Nos fuimos a cambiar a nuestro hermoso Hotel Sheraton Mofarrej y luego nos dirigimos con mucha expectativa al Hotel donde se desarrollaría el evento de cierre.

Pequeña sala, mucha expectativa. Escenario, equipos, músicos. De repente, guitarra en mano, aparece...sí, el legendario Toquinho. "¡Es Toquinho, es él", me decía mi amigo y colega Luis. Era Toquinho nomás. Brindó un corto show excelente, con mucho profesionalismo, lo saludamos y nos dejó.

Pequeñas anécdotas que uno va recogiendo como trotamundos que considera que es.

Antonio Pecci Filho "Toquinho"

domingo, 17 de abril de 2011

Me Río de Janeiro

Es increíble la rapidez del paso del tiempo, y es sugestivo que su velocidad aumente en tanto y cuando aumenta nuestra edad. Hace 31 años, un día como hoy, cumplía 14 años durante el primer viaje al exterior que hice en mi vida: Río de Janeiro. De la mano de un dólar barato y el recordado "deme dos", mi padre embarcó a toda la familia a conocer la Ciudad Maravillosa.

Hotel Nacional - Río de Janeiro
Viajamos en la vieja línea aérea Cruzeiro en lo que era mi segundo viaje en avión. Al llegar, el nutrido contingente argentino que integrábamos clase media-media con nula o poca experiencia en viajes al exterior, fue conducido al destino previsto, el Hotel Nacional ubicado en la playa de Sao Conrado en un moderno bus. En el camino, el guía asignado para toda la semana nos contó que debido a una convención del BID, por cuatro días no podríamos alojarnos en el hotel prefijado y nos iban a llevar a un hotel de menor categoría llamado Miramar, ubicado en la mítica Copacabana. Extrañanemte, la mitad del grupo aceptó mansamente la propuesta mientras el resto, encabezado por mi padre y otras personas, solicitó ir al Hotel Nacional como estaba previsto.

Playa Sao Conrado - Río de Janeiro
Llegados al lujoso Hotel que ante mis ojos parecía un palacio, nos dirigimos al mostrador de recepción donde un integrante del grupo increpó al empleado de turno diciendo: "Somos de Argentina, Campeón del Mundo de Fútbol, ¿entendés?". Ante la gravedad que tomaba la situación, intervino mi padre, corrió a este señor, explicó de muy buenas maneras el problema y en 10 minutos todos teníamos las llaves de nuestras habitaciones, en nuestro caso dos. A la mañana siguiente, el Manager del hotel (el argentino César Crenzel, luego funcionario del área de Turismo durante el gobierno de Raúl Alfonsín) nos envió una carta personalizada pidiendo disculpas por el inconveniente ocurrido. Nunca supimos lo que pasó pero lo intuímos. Durante una de las excursiones, el guía nos contaba acerca de su gran nivel de instrucción y del poco trabajo que había en Brasil lo que lo obligaba a trabajar de guía por un paupérrimo sueldo. Por esos años, Brasil apenas tenía una emergente clase media despegando de una pobreza generalizada. Remató el comentario diciendo que "en este país, está bien robar mientras no mates a nadie". Parecía un comentario descarnado y cruel.

Durante nuestra estadía en el hotel, nos cruzamos en el ascensor con José Alfredo Martínez de Hoz y Christian Zimmerman, reconocidos miembros del "establishment" económico de la Argentina, quienes asistían al evento de referencia. Nos reconocieron como argentinos y nos dieron la mano. Cuando bajaron del ascensor, mi padre me dijo una frase que entendí posteriormente: "Contate los dedos". Ladrones hay de toda clase.

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