sábado, 28 de noviembre de 2020

El mejor Maradona

Confieso que nunca tuve ídolos. No es algo que me enorgullezca ni lo use como bandera pero es así. Esto entendiendo por ídolo a una persona que no solo sea admirado en su faceta profesional, humana o deportiva, sino que extienda la admiración a casi todos los aspectos de su existencia, uno conozca vida y obra de la persona y sea capaz de actos casi rayanos con la locura en virtud de esa admiración, tales como hacer horas de cola para conseguir una entrada, morir por una foto o autógrafo, dar la vida por un abrazo, preocuparse por su salud, llorar su muerte.

Entiendo que esto lo heredé de mi padre, que tenía en muchas actividades un referente, pero su admiración se circunscribía a la actividad en la cual la persona se destacaba, personajes tales como Duke Ellington en la música, Ricardo Alix en basket, Félix Loustau en Fútbol...


Nacido y criado en La Paternal, aunque con el corazón futbolístico repartido entre Boca Juniors y All Boys, mi relación con Maradona fue desde muy chico. Verlo jugar innumerables veces en Argentinos Juniors, jugar algunas veces fútbol con sus hermanos, me hizo verlo a Maradona, al que solo saludé años más tarde solo una vez en la cancha de Boca, como un ser absolutamente terrenal. 


Los éxitos deportivos que consiguió (no tantos como hubiera debido) lo llevaron a la cima del mundo, fundamentalmente a partir del Mundial 1986, y lo hicieron la persona más conocida del planeta. Y a partir de su paso por el Napoli, comenzó una nueva etapa en su vida, que fue ser un símbolo más allá de lo estrictamente deportivo, algo que se repitió hasta el final de sus días. Pero volviendo al punto inicial de los ídolos, en mi caso fue una faceta que ignoré totalmente, a veces adrede, para no perder la admiración que le tuve (tengo) como excepcional futbolista, quizás el mejor de la historia.


Nunca vi en él algo más que un deportista pero mil veces analicé por qué para millones de personas, fue algo más. Particularmente en su país, el nuestro, que vive de golpe en golpe. Y al igual que ese fanático de Boca o River o del equipo que sea, que se muere por su team, Maradona para muchas personas representaba la probable victoria del domingo, para un tipo que de lunes a sábado perdía por goleada en su vida, su trabajo, su salud. Era la posibilidad de gritarle “gol” al fracaso de cada día, de que emergiera una sonrisa donde siempre había una mueca de esfuerzo y quizá dolor.


La universalidad de Maradona nos sorprendió a quienes lo tuvimos tan cerca. Miles de anécdotas. Recuerdo mi llegada a Cuba en 1994, cuando luego de 10 interminables minutos en los cuales personal militar en la aduana analizaba nuestros pasaportes con una lentitud y seriedad que nos hizo preocupar. Al devolvernos los mismos, con una gran sonrisa nos dijo “Bienvenidos a Cuba, ¿cómo anda Maradona?”, como si fuéramos nosotros cercanos a Diego, y para él quizá lo debíamos ser. O años más tarde, viajando en un tren nocturno de Venecia a Viena, compartiendo camarote con una familia refugiada del Kosovo. No entendían de donde éramos, no había forma y el italiano que usábamos para comunicarnos no ayudaba. Cada vez que nombrábamos Argentina nos confundían con Argelia hasta que levanté mis brazos, abrí las palmas de mis manos hacia adelante como diciendo “pará”, lo miré fijamente y le dije “Argentina, Maradona”. “Ah, Argentina, claro, Maradona, lo hubieras dicho antes”.


Vi jugar mucho a Maradona en Argentinos, en Boca, en la Selección argentina. Yendo a la cancha, se entiende. Lejos estaban los tiempos de la TV como dominadora del espectáculo y menos del streaming y las redes sociales. Y confieso que cuando se fue al Barcelona le perdí el rastro, me desentendí de su carrera deportiva. Pero en la cancha de Boca yo notaba que la gente seguía su vida y existencia con una devoción y un fanatismo que no entendía. La universalización de Maradona la sentía como una invasión a los privilegiados que lo vimos desde un principio. Era muy común ir a ver a Argentinos Juniors y notar en las tribunas a muchos amantes del fútbol que no iban a ver el partido, iban a ver a ese pibe morocho y enrulado que la rompía. Ese pibe que por suerte jugó varios años en el fútbol local, antes que el fútbol negocio mundial nos comenzara a sacar a los cracks cuando apenas destetaban. Fútbol negocio que quizás nació luego de él, a pesar de él. La FIFA hizo uso y abuso de su figura y él, no de manera inocente, fue parte de ese juego. Insultó y se abrazó con los jerarcas de la FIFA, de la misma manera que lo hizo con políticos de toda laya. Un auténtico Maradona, incoherente y temperamental.


En ese fútbol doméstico, se lo cuidaba y respetaba. Recuerdo cuando observando un partido de esos que se siguen con la nariz pegada al alambrado, el “tolo” Gallego lo revoleó por los aires cansado de su talento y desfachatez. El árbitro se acercó tarjeta amarilla en mano (creo que era Luis Pestarino) y, con una media sonrisa, le dijo a Gallego “al pibe, no”.


Un jueves 3 de abril de 1980, el Argentinos de Maradona, un conjunto de jugadores de nivel medio comandados por el 10 (que ese año serían subcampeones de River) recibía a Talleres de Córdoba en la cancha de Atlanta. Talleres, que era el equipo sensación del interior del país, había perdido un campeonato de una manera increíble a manos de Independiente un par de años antes. Contaba con jugadores de nivel selección, algunos campeones mundiales de 1978 y una leyenda del fútbol cordobés como el hacha Ludueña. 


Yo los jueves practicaba Karate en Atlanta y en virtud a eso nos encontramos luego de mi práctica con mi viejo en la cancha. La cantidad de gente que había era notable para un jueves, en el viejo estadio de tablones de madera de los bohemios, con tribunas de grandes dimensiones. Iban a ver al 10.


El resultado fue anecdótico, ganó Argentinos 3 a 2, pero dos jugadas no lo fueron. No se si existen registros fílmicos pero si los hubiera, esas jugadas en blanco y negro opacarían los goles de Diego que nos muestra la TV día a día, hechos en la selección, Boca, Barcelona, Napoli.


El primero fue en el primer tiempo, en el arco que da sobre la avenida Corrientes. Un tiro libre directo se debía cobrar desde la derecha, en una posición cerca al córner. Donde se imponía un centro buscando algún cabezazo salvador, una zurda mágica colgó suavemente, casi con desprecio, la pelota en el ángulo superior del primer palo.



El segundo fue una obra maestra, sobre el arco que da a la calle Muñecas. Diego arrancó por derecha en posición de ocho (¿se acuerdan del gol a los ingleses?) desparramando rivales hasta que llegó al fondo de la cancha, en el límite del área. Enganchó con la zurda hacia afuera y su espalda quedó mirando la línea de fondo, con el arco a su derecha. El arquero Baley, campeón del mundo 1978, lo salió a cubrir rápidamente y sus compañeros de la zaga central se ubicaron sobre la línea de gol. Un zurdazo repentino, exacto y mágico, superó el achique del arquero, el salto de ambos centrales sobre la línea de gol, las leyes de la física y se colgó en el ángulo más lejano al emisor del remate. La gente de Talleres aplaudía. Un gol similar de Messi hoy lo veríamos repetido hasta el cansancio por todos medio de reproducción posible.


Pero ese gol, una calurosa tarde de otoño en la cancha de Atlanta, solo lo vimos quienes vimos al mejor Maradona. Que afortunados fuimos.


Carlos A Diana, 28-XI-2020


sábado, 18 de junio de 2011

Paranoia camino a Rochester


El viaje a Rochester, pequeña ciudad de EEUU de unos 100.000 habitantes ubicada en el estado de Minnesota, se presentaba complicado, no por lo largo del trayecto (Ezeiza-Dallas, Dallas-Chicago y Chicago-Rochester) sino por suceder en medio de la pandemia desatada por la gripe “A” allá por mediados de 2009.

Acá en la Argentina la misma era noticia cada minuto en los medios de comunicación. Se agotaban los barbijos, el alcohol en gel. Se suspendían las clases y los besos. Colapsaban las guardias de los hospitales. Confieso que vivía con miedo por mis hijos.

Arribamos con Sergio al aeropuerto Dallas-Fort Worth en Texas, y lo primero que nos sorprendió fue que solo usaban barbijos una pareja de argentinos y otra de orientales, los cuales convengamos que los usan comúnmente, sea por la polución o por alguna pavada. En Chicago el ambiente era similar, parecía que no estaban en medio de un grave problema, como los medios de comunicación sugerían.

Clínica Mayo

Llegamos extenuados  a Rochester luego de un corto vuelo de American Eagle, y lo primero que nos sorprendió era la cantidad de auxiliares con sillas de ruedas que esperaban la llegada de nuestro pequeño avión en la manga del pequeño y ordenado aeropuerto rodeado de plantaciones de maíz.  Claro, en Rochester existe un impresionante complejo de varios edificios perteneciente a la clínica Mayo, la más reconocida entidad médica de todo EEUU. Un amigo, con inevitable mala intención, decía que claramente era un aeropuerto donde arribaba más gente que la que departía.

Aeropuerto de Rochester

El segundo empleador de la ciudad luego de la clínica es IBM, el cual era nuestro anfitrión. En Rochester IBM tiene su más grande instalación contigua en el mundo, en la cual ensamblan los sistemas Power, la cual era uno de los motivos de nuestra visita.

Fábrica IBM en Rochester

En la ciudad nada nos hacía recordar la gripe ‘A’ que conmovía a todo el mundo, con epicentro en México y los mismos EEUU. La TV solo comentaba acerca de una escuela de New York cerrada porque varios alumnos habían contraído la enfermedad. Asimismo, mexicanos que compartían el evento con nosotros, decían que el tema en México DF no era tan grave como se decía.

Skyway
Rochester está considerada como una de las mejores ciudades de todo el país para vivir. Cuenta con un clima desapacible (por suerte durante nuestra visita reinó el buen tiempo) lo cual llevó a la creación de dos sistemas de comunicación peatonal absolutamente novedosos, llamados Skyway y Subway. El primero es un sistema de comunicación elevado y el segundo por debajo de la superficie. Dado lo inclemente del clima la mayor parte del año, estos sistemas de comunicación pedestres comunican amplias áreas del centro de la ciudad, incluyendo accesos para discapacitados. Por ejemplo, del hotel donde nosotros estábamos, abríamos una puerta en uno de los pisos para pasar al edificio contiguo, luego atravesábamos la calle de manera aérea y terminábamos dentro de un centro comercial, sin haber asomado nuestras narices a la calle.

El resto de la ciudad no es muy diferente a otras de EEUU: algún buen Mall (en este caso el Apache Mall), Starbucks, Wal-Mart, Barnes & Noble,  BestBuy, etc, canchas de golf y como algo novedoso, casas fúnebres en un número mayor al promedio entiendo que de cualquier lugar del mundo. Los alrededores de la ciudad mostraban un ambiente rural que a nosotros nos parecía muy familiar.

La clínica Mayo es omnipresente y también las personas que se tratan en la misma que uno puede ver por doquier. Muchos de los comercios tienen que ver con la clínica y las necesidades de sus pacientes. Por instantes, pasear por la ciudad puede ser medio deprimente.

El viaje de regreso, duro como el de ida: Rochester-Chicago, Chicago-Miami y Miami-Ezeiza.

Antes de llegar a Buenos Aires, la tripulación de a bordo nos entregó unos formularios que serían requeridos a nuestro arribo a Ezeiza. Decenas de preguntas relacionadas con la gripe ‘A’, nuestra salud, nuestra ubicación en el avión, etc. A la salida de la manga, dos funcionarios del Ministerio de Salud vestidos con guardapolvos blancos y usando barbijos, los recibían, preguntaban sobre los datos completados y obligaban a completar la información faltante. Volvía la paranoia. Por detrás de estos, desembarcaban los pasajeros de un avión proveniente de la ciudad de…México. Todos con barbijos incluida la tripulación. Cuando había bajado buena parte del pasaje, estos funcionarios reparan en dicho avión y su procedencia y comentaban (“se nos pasó el avión de México…”). Lo que sigue se lo podrán imaginar: rápida y corta carrera para recibir los formularios del otro avión desordenadamente, el scaneo con cámara termográfica por parte del personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria de todos nosotros y entremezclados los pasajeros de ambos aviones, unos con barbijos, los otros sin ellos antes de pasar por migraciones.

Días después pensaba, maliciosamente, en la fogata que habrán hecho en el Ministerio de Salud con todos esos formularios.

domingo, 15 de mayo de 2011

Mitos del Primer Mundo: Bomberos de New York



Visité las Torres Gemelas (digamos el World Trade Center) en abril de 2000. En Metro desde Midtown, emergimos frente a estos dos colosos, que impresionaban nada más que por su altura y, obviamente, por la excepcional vista que brindaban desde su terraza. No tengo otro recuerdo vívido de las Torres, solo el ruido del viento emergiendo por las aberturas de las puertas del ascensor, la arrogancia de su altura y la desnudez de sus líneas.

 Volví al mismo lugar en octubre de 2005, 4 años después que las mismas (al igual que otros edificios del complejo) se derrumbaran luego de lo que se conoce como el atentado a las Torres Gemelas: dos aviones de línea secuestrados por supuestos terroristas, son desviados de sus recorridos originales y estrellados sobre las mismas. Quienes realmente piloteaban y quien realmente ordenaron la operación, serán eternos secreto, más allá de la historia oficial que ya les asignó nombres, y en algunos casos asesinó. Casi como JFK. 




Tenía una reunión de negocios en un banco. Nos recibió, en un Hall presidido con una imponente bandera estadounidense que con sus decenas de metros nos llamaba la atención desde una pared, un ejecutivo del banco, quien nos acompañó hasta las oficinas donde la reunión sería llevada a cabo. Café de por medio, previamente nos contó que este edificio había sido recontruído casi por completo luego del 11 de septiembre de 2001. Claro, el inmenso vacío que observábamos detrás de la soberbia bandera, no era otra cosa que el World Trade Center, o lo que de él quedó.

Luego de la informal reunión que imaginábamos casi solemne, fuimos a ver las contiguas ruinas del WTC. Nada. Un gigantesco agujero de un par de manzanas de extensión, un mural detallando el proyecto de reconstrucción, una decena de turistas como nosotros mirando la nada y miles de neoyorkinos que pasaban sin prestar la más mínima atención.

Nos dirigimos hacia la zona llamada Midtown, donde estaba nuestro hotel, por una de las espaciosas avenidas que recorren Manhattan longitudinalmente, no recuerdo cual era pero por la manera en que se dirigía el tráfico (desde el Central Park) podría haber sido la 5ta. De pronto, el inconfundible ruido de sirenas hizo que desviáramos nuestra atención y viésemos pasar como una exhalación a nuestra izquierda a una autobomba. Los famosos bomberos de Nueva York. Detrás del camión, asomaba una bandera cuya inscripción e imágenes no recuerdo con precisión, pero recordaba la heróica actuación de los bomberos durante el 11 de septiembre de 2001. Y a partir de allí comencé a notar que en los negocios de regalos para turistas, los habituales recuerdos con inscripciones de la policía de Nueva York (no me imagino lo mismo en Buenos Aires) compartían ahora cartel con aquellos objetos haciendo referencia a los bomberos. El NYPD junto al FDNY. Y al poco tiempo después ví la progaganda de una película protagonizada por Nicolás Cage -en el papel de bombero- haciendo referencia a este hecho. Comienza a aparecer el mito del bombero neoyorkino en nuestras globalizadas mentes.
New York en blanco & negro

Y pensé. No demasiado porque al gustarme la historia los pensamientos no fueron fruto de largas elucubraciones, sino que me asaltaron.
¿Son más valientes, gloriosos o sacrificados estos bomberos neoyorkinos, a los cuales se les derrumbaron 2 edificios luego de un ataque sin armas, que los bomberos de Dresden, Hamburgo, Colonia, Londres, ¡Berlín, Hiroshima, Nagasaki!, cuyas ciudades fueron devastadas sistemáticamente, con las armas más letales conocidas en el momento, en algunos casos casi sin defensa y sin medios para responder a la emergencia, no ya al ataque en sí?

¿o será que las víctimas son más humanas?

Razonemos junto a ellos: la CNN, durante la semana de agosto del 2005, aniversario número 60 de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, preguntaba a sus televidentes si las bombas atómicas arrojadas por los Estados Unidos sobre estas dos indefensas ciudades japonesas, ¡salvaron a los JAPONESES de sufrir más víctimas durante la guerra!. El tradicional argumento que las mismas salvaron a las tropas de EE.UU. de sufrir más víctimas, ahora era reconvertido.

Pareciera que sus víctimas son más humanas. También para algunos otros gobernantes, como el pusilánime ex-presidente argentino De La Rúa, quien durante su mandato -antes que huyera- armó una ceremonia religiosa ecuménica a los fines de homenaje a las víctimas del 11 de septiembre.
Desde tren en Long Island. No todos pensaban lo mismo como podemos ver.
Pareciera que son más humanas. Porque para el estadounidense medio es más fácil ubicar en un mapa a New York que a Dresden o Berlín -en el caso que entienda que se trata de ciudades-.

Pareciera que son más humanas. Aunque sean mexicanos ilegales, ciudadanos post-mortem; o afroamericanos ahora casi personas luego de sus muertes.

Pareciera que son más humanas. Sabían que es un “home-run” y el “football” se juega con las manos.

Pareciera que son más humanas. Aunque a pocos de ellos, les importaban las torres, edificios, chozas, tiendas, simples, gemelas o mellizas que sus aviones destruyen cotidianamente.

Que dificil sentir lástima por las víctimas de WTC. Y por sus bomberos.

Entradas populares

Buenos Aires - Argentina - Turismo

Viaja con nosotros - ¿Te gustan nuestros posts? Eleginos. Traslados a los aeropuertos y hoteles - City Tours - Traslados a convenir. Alquileres en la costa atlántica. Hablamos español, inglés, alemán, italiano. Contacto: turismobaires66@gmail.com